Zirbenheim es un pueblo pequeño y se ubica entre medio de los estados federados Baden-Wurtemberg y Baviera. Si uno fuera del mundo real condujera con su coche por las calles principales de Zirbenheim, podría llegar a pensar que aquí todo es perfecto, que este pueblo modesto es el mundo ideal. Pero que no se equivoque, es el mundo ideal para los Zirbenheimer en todo caso – los que viven allí. Las casas unifamiliares tienen sus paredes pintadas de blanco como la nieve, los habitantes cuidan permanentemente sus jardines, cortan los setos, cultivan rosas y decoran el camino a la puerta principal, con enanitos de decoración que se ponen en el jardín como suelen hacer los alemanes estereotipados. Con un matiz cínico uno podría decir que Zirbenheim es un pueblo aburrido lleno de burgueses.
En una de dichas casas vive un hombre muy querido: Sigmund. Él es querido por sus conciudadanos porque participa activamente en la vida del pueblo. Ayuda a sus vecinos y es cuerpo voluntario de los bomberos. Pero le persigue una sombra. En el año 2007 fallecieron sus padres en un incendio en su restaurante Abendbrot – Pan de Noche que llevaron Paul y Adelheid Pattmeier hace muchos años. ¿Pero cómo pudieron morir en un incendio? Después de los últimos dos clientes, el matrimonio Pattmeier cerró su local a hora avanzada. Limpiaron y prepararon el restaurante para el día siguiente. Pero como el destino así lo quiso, no vivieron el próximo día en aquel mayo del 2007. La policía municipal declaró que este acontecimiento trágico fue resultado de un defecto en la electricidad de alta tensión. Así, hoy en día, Sigmund tiene el reconocimiento de la compasión dentro de su pueblo. Él es el pobre Sigmund, que vive solo en esta casa blanca de la Calle Familienglück, la Calle de la Suerte Familiar.
Ah, ¡mirad!, aquí vuelve Sigmund de una de sus excursiones de noche que suele hacer de vez en cuando. El camina con las manos en los bolsillos de su pantalón y su cabello lacio parece revuelto. ¿Dónde estuvo y que hizo durante la noche?, qué misterio. Vamos a resolverlo, porque ahora mismo veo a Frau Siebenstein recogiendo su periódico en la entrada de su jardín, seguro que ella nos ayudará con la respuesta a nuestra pregunta porque va a hablar con Sigmund. -“Muy buenos días, Sigmund. ¿También estás despierto ya? Qué día maravilloso hace hoy, ¿No? – Dime, mi niño, ¿Ya has vuelto a ver las brujas viejas del bosque esta noche? ¿O bien, esta vez tienes otra historia increíble que me puedes contar?” le pregunta Frau Siebenstein mientras se ríe a carcajadas. -“Buenos días, Hilde”, murmura Sigmund, -“No he visto nada…” y sigue marchando a paso ligero hacia su casa. Frau Siebenstein queda aturdida en la entrada de su jardín y entonces corre de vuelta a su casa. La mirada de Sigmund le asustó y se dio cuenta de que, algo terrible iba a ocurrir. Entro a casa despavorida para hablar con su marido: – “¡Heinz!, he visto la muerte en persona! Algo le pasó a Sigmund. O podría ser que alguien le ocurriera algo. Esta vez te hablo en serio, Heinz, a mí no me confunde este chico con sus cuentos graciosos y sus historias fantásticas. Este hombre joven tiene la culpa del incendio que ocurrió en el restaurante de sus padres.” dijo Frau Siebenstein de manera contundente. -“Pero Hilde, que ya no quiero oír tus presunciones. La policía ha cerrado el caso. El fuego se encendió por un fallo en la electricidad. Suerte que no se incendió la casa de al lado gracias a dios. Este chico joven vive en su propio mundo y esto no me sorprende nada.”, dijo su marido. -“Pero Heinz, yo he visto el terror en sus ojos, el demonio en su cara. Por dios, que miedo me daba, ¡Mírame ahora mismo!, estoy temblando de miedo.”
Las suposiciones de Hilde Siebenstein no eran falsas como todos en Zirbenheim sabrían la noche siguiente.
En plena noche, sobre las tres y media de la madrugada, resuena un estallido fuerte por las calles tranquilas del pueblo donde las casas son blancas y los jardines perfectos. Poco después, la tierra empezó a temblar y las copas de cristal tintinean en la vitrina de Heinz y Hilde Siebenstein. Ellos se despiertan sobresaltados y ven por su ventana con las cortinas azules claras, una bola de fuego lejano en el cielo negro de la noche.
Seguramente os preguntáis ahora, queridos lectores, ¿Qué pasó aquella noche?
El pueblo vecino, Markenweiler, está en llamas. El pueblo dónde Sigmund pasó sus años escolares, dónde la vida real tiene lugar, dónde las casas no tenían paredes blancas y jardines perfectos con diferentes razas de rosas cultivadas de nombres como Ännchen von Tharau o Tausendschön – Miles Bellezas.
Nosotros tenemos que admitir algo, queridos lectores, que Sigmund Pattmeier no es el chico alegre que a nosotros nos pareció inicialmente y particularmente hizo creer a los Zirbenheimer. Él es un chico con un alma oscura, un chico que ha visto la malicia en su vida joven. Uno que ya no podía aguantar más su propia vida y por este motivo empezó a eliminar a su entorno, empezando por sus propios padres.
Pero, ¿Dónde está ahora? – En la madrugada, la policía municipal le encontrará mientras estará interrogando a los Zirbenheimer por los hechos de la noche pasada. El perro policía de Herr Walter, del comisario del pueblo, husmeará hasta llevarles a la orilla del río Schwarzbach que roza el pueblo. Allí, entre dos serbales de los cazadores, se encentrarán con un cadáver tumbado hacia abajo.
Es un cadáver masculino de cabello lacio rubio y con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón de pana marrón.